El diseño es una pieza fundamental en nuestras vidas. Todo lo que nos rodea ha sido diseñado; la ropa que usamos, los edificios en los que vivimos y trabajamos y los sistemas que suministran alimentos y movilidad.

Hoy en día, la mayoría de las cosas han sido diseñadas para un modelo lineal de «tomar y desechar«, centrado exclusivamente en el usuario final, lo que limita la vida útil del producto hasta esta etapa. En industrias como la de la moda y los envases plásticos, por ejemplo, los productos y sistemas están diseñados de tal manera que más del 80% a nivel mundial de los flujos de materiales se destinan a vertederos, incineración o incluso se filtran a entornos naturales (Ellen Mc Arthur foundation,2019).

Frente a este contexto, la Economía Circular propone una visión mucho más amplia, considerando a todos los actores que forman parte del sistema o la cadena de valor del plástico. Es así como la implementación de modelos circulares en envases y embalajes, a través de la innovación en nuevos formatos y materialidades de estos es fundamental, repensando cualquier proceso desde el diseño.

Para esto es clave:

• Diseñar productos para que sean duraderos tanto física como emocionalmente o que permitan que el producto se adapte a las necesidades cambiantes del usuario a medida que pasa el tiempo.
• Elegir materiales que sean seguros y circulares, que permita desarrollar una mejor oferta para sus usuarios, al tiempo que garantizan que los productos y servicios encajen dentro de una Economía Circular.
• Pensar y desarrollar productos que permanezcan en uso la mayor cantidad de tiempo posible, volviendo al ciclo o sistema una y otra vez.
• Rediseñar los formatos de empaque y los modelos de entrega (y sistemas de post uso) de los embalajes de plástico en formatos pequeños.
• Impulsar la innovación en alternativas reciclables o compostables a las aplicaciones multimateriales no reciclables actualmente.
• Encontrar formas de virtualizar la oferta, creando un producto digital en lugar de físico.